Los estados de ánimo positivos aumentan la capacidad de pensar con flexibilidad y complejidad,
haciendo más fácil encontrar soluciones a los problemas, ya sean intelectuales o interpersonales. Esto
parece indicar que una forma de ayudar a alguien a resolver un problema consiste en contarle un chiste. La
risa, al igual que la euforia, parece ampliar la perspectiva y, de ese modo, ayuda a la gente a pensar con
más amplitud y a asociar con mayor libertad, advirtiendo relaciones que, de otra manera, podrían pasar
inadvertidas, una habilidad mental importante, no sólo para la creatividad sino también para el
reconocimiento de las relaciones complejas y la previsión de las consecuencias de una determinada
decisión.
Los beneficios intelectuales de una buena carcajada son más sorprendentes cuando se trata de
resolver un problema que exige una solución creativa. Un estudio ha descubierto que quienes acaban de
ver una película cómica en video resuelven mejor los rompecabezas que suelen usar los psicólogos que se
ocupan de valorar el pensamiento creativo. «En esa investigación se le da a la gente velas, cerillas y una
caja de tachuelas y se les pide que busquen la forma de colgar la vela a un panel de corcho para que pueda
arder sin que la cera gotee al suelo. La mayor parte de la gente, ante este problema, cae en una especie de
«fijación funcional» y sólo piensa en utilizar los objetos de un modo convencional pero, comparados con
aquéllos otros que habían visto una película de matemáticas, quienes acababan de ver la película cómica
descubrieron un uso alternativo de la caja y llegaron a una solución creativa, clavándola con tachuelas a la
pared y utilizándola como palmatoria.
Incluso los cambios más ligeros de estado de ánimo pueden llegar a modificar nuestros
pensamientos. La capacidad de planificar y tomar decisiones de las personas de buen humor presenta una
predisposición perceptiva que les lleva a pensar de una manera más abierta y positiva. Esto se explica, en
parte, porque la memoria es un fenómeno específico de estado, es decir que, por ejemplo, en un estado
positivo, solemos recordar acontecimientos positivos. De este modo, en la medida en que nos sentimos a
gusto mientras estamos pensando en los pros y los contras de un determinado curso de acción, nuestra
memoria busca datos en una dirección positiva, inclinándonos, por ejemplo, a emprender acciones más
aventuradas y arriesgadas.
De la misma manera, los estados de ánimo negativos sesgan también nuestros recuerdos en una
dirección negativa, haciendo más probable que nos contraigamos en decisiones más temerosas y
suspicaces. Así pues, el descontrol emocional obstaculiza la labor del intelecto pero, como ya hemos visto
en el capitulo 5, podemos volver a hacernos cargo de las emociones descontroladas, la verdadera aptitud
maestra que facilita otros tipos de inteligencia. Veamos ahora algunos casos pertinentes a este respecto,
las ventajas de la esperanza y el optimismo y aquellos momentos difíciles en los que la gente se supera a si mismo. LIBRO INTELIGENCIA EMOCIONAL DE DANIEL GOLEMAN . PAG. 68.
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