Las creencias que tenían los naturales de estas tierras respecto a las ánimas de los difuntos cuando morían, tenían que ir a una de estas tres partes, que son: la una es el infierno donde estaba y vivía un diablo que se llamaba Mitlantecutli, o bien Tzontémoc y una diosa que se decía Mictecacíhuatl que era mujer del diablo Mitlatecutli.
Las ánimas de los difuntos que iban al infierno son los que morían de enfermedad, así fuesen señores, principales o gente baja, y el día que fallecía antes de enterrarlo le decían: Oh hijo, ya habéis pasado y padecido los trabajos de esta vida; ya ha sido servido nuestro señor de os llevar, porque no tenemos vida permanente en este mundo y brevemente, como quien se calienta al sol, es nuestra vida, hízonos merced nuestro señor que nos conociésemos y conversásemos los unos a los otros en esta vida y ahora, al presente ya os llevó el dios que se llama Mictlantecutli, y por otro nombre Aculnahuácatl o Tzontémoc, y la diosa que se dice Mictecacíhuatl, ya os puso por su asiento porque todos nosotros iremos allá, y aquel lugar es para todos y es muy ancho, oscurísimo que no tiene luz, ni ventanas, ni habéis más de volver ni salir de allí, ni tampoco más habéis de tener cuidado y solicitud de vuestra vuelta. Después de os haber ausentado para siempre jamás, habéis ya dejado (a) vuestros hijos, posar los trabajos de esta vida presente; y nosotros allá iremos a donde vos estuvieres antes mucho tiempo.
Después de esto hablaban y decían al pariente del difunto diciéndole: Oh hijo, esforzaos y tomad ánimo, y no dejéis de comer y beber, y quítese vuestro corazón! ¿Qué podemos decir nosotros a lo que dios hace? Por ventura esta muerte aconteció porque alguno nos quiere mal, o hace burla de nosotros? Es por cierto porque así lo quiso nuestro señor, que este fuese su fin. ¿ quien puede hacer que una hora o un día sea alargado a nuestra vida presente, en este mundo? Pues que esto es así, tened paciencia para sufrir los trabajos de esta vida presente y que la casa donde este vivía esperando la voluntad de dios, yerma y obscura de aquí adelante, y no tengáis más esperanza de ver a vuestro difunto. No conviene que os fatiguéis mucho por la orfandad y pobreza que os queda; esforzaos, hijo, no os mate la tristeza! Nosotros hemos venido aquí a os visitar y a consolar con estas pocas palabras, como nos conviene hacer a nosotros, que somos padres viejos, porque ya nuestro señor llevó a los otros, que eran más viejos y antiguos, los cuales sabían mejor decir palabras consolatorias a los tristes.
las ánimas de los difuntos que se iban al paraíso terrenal, el lugar lo denominaban Tlalocan, en el cual hay mucho regocijo y refrigerios, sin pena ninguna; nunca jamás faltaban las mazorcas de maíz verde, calabazas y ramitas de bledos, ají verde y jitomates y habitaban unos dioses que se llaman Tlaloque, los cuales se parecen a los ministros de los ídolos que traen cabellos largos. y las ánimas que van a ese lugar son los que matan los rayos, se ahogan en el agua, los leprosos, busos y sarnosos, gotosos e hidrópicos y morían de enfermedades contagiosas e incurables, no los quemaban sino enterraban los cuerpos de dichos enfermos y les decían que a dicho lugar era permanente el verano.
Las ánimas de los difuntos que se iban al cielo, donde vive el sol, son los que mataban en las guerras, los cautivos que habían muerto en poder de sus enemigos; unos morían acuchillados, quemados vivos, acañavereados, aporreados con palos de pino.
Pag.69 obra suma Indiana. Fray Bernardino de Sahagún.
las ánimas de los difuntos que se iban al paraíso terrenal, el lugar lo denominaban Tlalocan, en el cual hay mucho regocijo y refrigerios, sin pena ninguna; nunca jamás faltaban las mazorcas de maíz verde, calabazas y ramitas de bledos, ají verde y jitomates y habitaban unos dioses que se llaman Tlaloque, los cuales se parecen a los ministros de los ídolos que traen cabellos largos. y las ánimas que van a ese lugar son los que matan los rayos, se ahogan en el agua, los leprosos, busos y sarnosos, gotosos e hidrópicos y morían de enfermedades contagiosas e incurables, no los quemaban sino enterraban los cuerpos de dichos enfermos y les decían que a dicho lugar era permanente el verano.
Las ánimas de los difuntos que se iban al cielo, donde vive el sol, son los que mataban en las guerras, los cautivos que habían muerto en poder de sus enemigos; unos morían acuchillados, quemados vivos, acañavereados, aporreados con palos de pino.
Pag.69 obra suma Indiana. Fray Bernardino de Sahagún.
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