jueves, 31 de octubre de 2013

LIBRE ALBEDRÍO


EL HOMBRE POSEE  EL LIBRE ALBEDRÍO.-Porque sin él serían vanos los consejos,exhortaciones, preceptos, prohibiciones, recompensas y castigos. Para demostrarlo hasta la evidencia, es de notar que hay seres que obran sin juicio, como la piedra que se precipita hacía  abajo,y lo mismo sucede en todos los seres desprovistos de conocimiento; otros que obran con juicio, pero no con juicio libre, cuales son los animales brutos; pues la oveja, al ver al lobo, juzga que debe huir, mas este juicio es puramente natural y no libre, por cuanto no juzga por la comparación, sino por natural instinto, igual que todos y cualquiera de los demás brutos. El hombre, empero, obra con juicio, puesto que por su facultad cognoscitiva juzga que debe huir de esto o procurar aquello, y porque este juicio no es naturalmente instintivo respecto de acciones particulares, sino racionalmente discursivo, obra con libertad de juicio, pudiendo decidirse entre cosas opuestas, porque, respecto de las cosas contingentes, la razón puede escoger entre los contrarios, como se ve en los silogismos dialécticos y en la persuasión oratoria, y como las acciones particulares son cosas contingentes, el juicio de la razón puede optar entre opuestas resoluciones, y no está en la precisión de adoptar una con exclusión de su contraria. Luego necesariamente, siendo el hombre un ser racional es, por lo mismo, libre en su albedrío.

domingo, 27 de octubre de 2013

CICERÓN


CICERÓN PASÓ SU VIDA CONTRADICIÉNDOSE Y JAMÁS SE PREOCUPÓ DE ELLO. UN DÍA QUE MANIFESTABA CON DEMASIADA CLARIDAD LO CONTRARIO DE LO QUE OTRAS VECES HABÍA SOSTENIDO, AL APREMIARLE PARA QUE EXPLICARA SUS CAMBIOS BRUSCOS, CONTESTÓ SIN ALTERARSE: " SE ENGAÑAN LOS QUE CREEN HALLAR EN MIS DISCURSOS MIS OPINIONES PERSONALES: EN ELLOS ESTÁ EL LENGUAJE DEL LITIGIO Y DE LAS CIRCUNSTANCIAS, Y NO EL DEL HOMBRE NI EL DEL ORADOR" Pag. 29, Cicerón y sus Amigos.

viernes, 18 de octubre de 2013

BATALLA DE LA CARBONERA


La Carbonera
18 de octubre de 1864
Como la incomunicación a que había yo reducido al enemigo en la ciudad de Oaxaca era perfecta, le intercepté un pliego en que se le avisaba que una columna de mil trescientos hombres, en su mayor parte austriacos y franceses reenganchados, se dirigía a auxiliar la plaza y se recomendaba a Oronoz que se sostuviera a todo trance hasta la llegada de esa columna y que protegiera su entrada. Seguro de que los sitiados no tenían conocimiento de la venida de ese auxilio, levanté mi línea en la noche del día 16, la reuní toda en la Hacienda de Aguilera y atravesando por encima de los cerros, para no dejar huella por el Camino Nacional, emprendí la marcha para Etla, con objeto de proteger a una pequeña columna que venía a las órdenes del General Don Luis Pérez Figueroa a incorporárseme por el camino de Teotitlán; y como el que seguía el enemigo se reúne con el que traía la Brigada Figueroa, en un punto cerca de La Carbonera, era muy posible que fuera batido antes de que se me incorporara. No pasó esto así, porque el General Figueroa llegó a San Juan del Estado a las nueve de la mañana del día 17, casi en los momentos en que yo llegaba al mismo pueblo, para proteger su marcha.
Volví a Etla con toda mi fuerza, incorporado ya Figueroa, e hice un movimiento de retroceso con toda la caballería hasta la Hacienda Blanca, a seis kilómetros de Oaxaca, para hacer creer al enemigo que volvíamos a establecer el sitio; pero después de media noche salí de la Hacienda Blanca habiendo anticipado mis órdenes para que la infantería y artillería marcharan para La Carbonera, tomando el camino de Tenexpa y Huitzo.
Alcancé la columna al salir de Etla y poniéndome a su cabeza, marché con ella a paso bastante acelerado hasta La Carbonera, porque temía que el enemigo ocupara ese punto antes que yo, en cuyo caso me batiría en descenso, ventaja que yo quería alcanzar sobre él; y aunque no pude lograrla del todo, porque llegamos simultáneamente a la Meseta de La Carbonera, que es el punto más elevado de la montaña, tomé posiciones adecuadas para batirlo en la principal eminencia donde tenía colocada su artillería, y sobre la marcha destaqué una pequeña columna, a las órdenes del Coronel Don José Segura y Guzmán, hombre muy conocedor del terreno, para que sin tomar parte en el combate, se situara a la derecha del enemigo detrás de una pequeña eminencia y con una barranca de por medio, procurara no ser visto ni sentido y estuviera listo para cortarle la retirada cuando se le ordenara, operación que favorecía grandemente una curva que acercaba a Segura el camino por donde el enemigo tenía que retirarse.
Formé la primera línea poniendo al Coronel Díaz en el centro, al General Figueroa a la derecha y al Coronel Fidencio Hemández a la izquierda. La caballería mandada por el General Don Vicente Ramos, formó la segunda línea.
Aún no acababa yo de colocar mis tropas cuando el enemigo destacó una intrépida cadena de tiradores franceses que avanzaron muy cerca de mi línea, sin que pudiera impedirlo el fuego de los míos y de la artillería. Fue necesario hacer un ataque formal con dos pequeñas columnas, y esto ocasionó que el enemigo emprendiera un ataque decisivo sobre nosotros. No obstante que yo reforcé mis columnas con otras nuevas, fueron obligadas a retroceder por el empuje del enemigo, bien sostenido por su caballería que en su mayor parte era húngara. Metí entonces al combate toda la reserva que me quedaba, lo mismo que la caballería que había abrigado en un torno de la carretera, y cuando el enemigo llegaba desordenado a su base de operaciones, que consistía en una pequeña reserva de artillería, moví por medio de un toque combinado, al Coronel Segura, quien según mis instrucciones debía atacar al enemigo por la espalda, comenzando por cortarle la carretera que era su única retirada.
Este movimiento que se ejecutaba a la vista del enemigo por encima de la colina y mi ataque vigoroso por el frente determinó la fuga de la caballería traidora y una parte de la húngara, abandonándonos en el campo cinco de sus cañones y retirándose todos los soldados en desorden.
Les hice una persecución de más de cuatro leguas, cuyo fruto fue la adquisición del otro cañón que aún les quedaba y más de 700 prisioneros, entre los cuales había muchos Oficiales austriacos de infantería.
La caballería, lo mismo la mexicana que la húngara, se escapó en su mayor parte, con excepción de unos treinta o cuarenta hombres que por haber perdido el camino, fueron capturados en la selva por paisanos armados y dos días después conducidos a Oaxaca.
Mi fuerza se componía de cosa de 1,600 hombres y la enemiga sería de 1,300 con seis cañones rayados de siete centímetros, del sistema austriaco, mientras que mi artillería consistía en dos obuses lisos de montaña, sistema Grigoval y un pedrero contrahecho.
Toda la oficialidad de infantería fue hecha prisionera. Entre los prisioneros había más de veinte Oficiales austriacos de infantería, pues solamente se salvó la oficialidad de caballería.
Inserto en seguida un sucinto parte de la batalla de La Carbonera, fechado en Minas el mismo día de la acción, y el detallado en la Hacienda de Aguilera el 22 de octubre de 1866 sUprimiendo los estados que acompañaron al último.

Ejército Republicano (1).
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Ciudadano Ministro:
Después de la acción de Miahuatlán el 3 del corriente de que he dado a usted parte, marché a Oaxaca que se hallaba sitiada por el C. Coronel Félix Díaz; perfeccioné el sitio y después de once días y en momentos en que había determinado un asalto, supe que una columna fuerte de 1,500 hombres de las tres armas, venía en auxilio de los sitiados. Abandoné a éstos y rápidamente vine sobre la expresada columna; la encontré en el paraje llamado La Carbonera, hoy a las doce del día; comenzamos a combatir a la una con tenacidad y valor, por ambas partes, son las siete de la noche y me encuentro en el paraje de las Minas, después de tres leguas de persecución al enemigo, teniendo en mi poder 396 (2) prisioneros austriacos, polacos y húngaros, de ellos siete son Oficiales; tengo también cuatro piezas de montaña, más de 600 carabinas y un buen surtido de municiones de ambas armas, costándome algunas pérdidas bastante lamentables.
El Supremo Gobierno me perdonará que le dé este parte sinóptico, en lugar del detallado que daré más tarde; pero no tengo tiempo para más, supuesto que no debo dar lugar a que se me fugue el enemigo que se halla en Oaxaca con muy buena artillería, armamento, municiones y vestuario.
Tenga usted la bondad de felicitar en mi nombre al C. Presidente por este fausto acontecimiento, aceptando para sí mi consideración y respeto.
Independencia y Reforma.
Cuartel General en las Minas, octubre 18 de 1866.
Porfirio Díaz.
C. Ministro de la Guerra y Marina.



Ejército Republicano.
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Ciudadano Ministro:
Como manifesté a usted en el parte que sobre la marcha di a ese Ministerio del punto de Las Minas, el mismo día del hecho de annas en La Carbonera, el 18 del corriente, levanté el sitio que había puesto a esta ciudad por haber sabido que una columna fuerte de 1,500 hombres de las tres armas compuestas casi en su totalidad de tropas austriacas, avanzaba por el camino de la Mixteca en auxilio de la plaza. En el mismo día supe también que el ciudadano General Figueroa, con la brigada de su mando y obrando conforme a las instrucciones que había recibido de este Cuartel General, se dirigía por la Cañada a verificar su incorporación; y temiendo que el enemigo tratase de batirlo, antes de que lo verificase, me decidí por esta razón más, como he manifestado a usted, a marchar a su encuentro, procurando que antes se me uniese el General Figueroa, lo que tuvo lugar el 17 del corriente en el pueblo de San Juan del Estado.
Desvanecido el temor de que esta fuerza fuese batida en detall robustecida con su auxilio y sabiendo que Oronoz trataba de hacer un movimiento de la plaza y salir al encuentro de la columna austriaca, marché de San Juan del Estado a Etla, avanzando la brigada de caballería hasta la Hacienda Blanca, simulando emprender de nuevo mis operaciones sobre la plaza. Este movimiento produjo los resultados que yo me esperaba; los defensores de ella se encerraron otra vez en sus fortificaciones, y yo me quedé libre para obrar sobre la columna austriaca. Como era preciso hacerlo con actividad, salí de Etla a la una de la mañana del 18, tomando el camino de Huachichilla, por La Carbonera, vía que según mis exploradores debía traer el enemigo.
A las doce del día, los exploradores, tanto de mi descubierta como los que había mandado dentro del enemigo, me anunciaron que los austriacos estaban ya a nuestro frente: detuve mi marcha y escogí las posiciones para librar el combate; éstas son las lomas de La Carbonera. Mi línea de batalla quedó establecida de esta manera: la Brigada del General Figueroa, formada en columna con la artillería, teniendo a su frente líneas de tiradores, apoyaba la derecha; el centro lo formaba la Brigada de la Sierra a las órdenes del ciudadano Coronel Félix Díaz, en batalla con tiradores al frente; a su retaguardia dos columnas de los Batallones de Chiautla, de la Brigada del ciudadano Coronel González, y cazadores de la que manda Figueroa, formando una fuerza de 350 hombres mandados por los Tenientes Coroneles Juan de la Luz Enríquez y Lorenzo Pérez Castro, a las órdenes del ciudadano Jefe del Estado Mayor, Coronel Juan Espinosa y Gorostiza. Cuatro pequeñas columnas de la Brigada del ciudadano Coronel González, compuestas de los Batallones Fieles, Montaña, Guerrero y Costa Chica, teniendo a su frente la compañía del Tlaxiaco, en tiradores, defendían el Camino Nacional a las órdenes del Jefe de la Brigada, y a la izquierda, que estaba separada del centro por dicho camino y por una barranca donde embosqué tiradores, la formaban los Batallones Patria y Morelos, de la misma Brigada.
La caballería a las órdenes del General Ramos, quedó formada a retaguardia de la línea, sobre el mismo camino que se mantuvo despejado para que pudiese cargar.
Pocos momentos despúes de haber quedado establecida la línea dé batalla, el enemigo desembocó por el camino en una fuerte columna, marchando a tomar posesión de una loma situada a 600 metros de nuestras posiciones, y desplegando la columna estableció su artillería, rompiendo inmediatamente los fuegos; entre tanto, organizaba otras dos columnas de infantería que lanzó sobre el centro de nuestra línea, las que fueron rechazadas y el enemigo retrocedió a organizarse de nuevo, bajo el amparo de su artillería. Acomete otra vez en el apoyo de su caballería, que carga impetuosamente sobre nuestra línea, llegando casi a tocarla, introduciendo algún desorden en ella; sin embargo, es de nuevo desbaratada y retrocede. Este momento creí era el más oportuno para lanzar nuestra caballería y así lo ordené. Avanza en efecto, se traba el combate entre ambas y la nuestra se ve obligada a retroceder algún espacio por el fuego del cañón del enemigo que recibe a quemaropa; vuelve sin embargo a la carga y el combate permanece indeciso. En estos supremos momentos ordené que las Brigadas del General Figueroa y Coronel Díaz cargasen también, lo que verificaron con sumo brío; sin embargo el enemigo había echado mano de sus reservas, y estas columnas son contenidas; entonces y queriendo acabar de una vez, hice mover las reservas que mandaba el Coronel Espinosa y las columnas del General González. El enemigo opuso al avance de ellas una desesperada carga de caballería por el camino, sobre los Batallones Fieles y Chiautla, que avanzaban por él. Esta carga fue rechazada. Al mismo tiempo que avanzaban todas estas columnas, las Brigadas Figueroa y Díaz hacían otro tanto; el enemigo, amedrentado por éste ataque general, empezó a retirarse, sufriendo en menos de una hora completa derrota.
Los Batallones Patria y Morelos que habían recibido orden de cargar sobre el flanco derecho del enemigo, lo hicieron sobre la izquierda por haber comenzado éste su retirada.
La persecución se hizo por espacio de cuatro leguas, y el enemigo dejó en este espacio regada su artillería, municiones, armamento y multitud de muertos y prisioneros.
La relación número uno indica a usted los muertos, heridos y dispersos que ha tenido esta División; la marcada con el número dos el armamento y pertrechos quitados al enemigo; el número tres las municiones consumidas, y la número cuatro las pérdidas conocidas del enemigo en muertos, heridos y prisioneros. Además, acompaño a usted las listas nominales de ellos, marcadas con las letras A, B y C.
Un Subteniente y tres soldados que se portaron cobardemente, fueron castigados ayer. El resto del personal con cuyo mando me honro, llenó sus deberes a mi satisfacción de una manera tan general, que no me atrevo a recomendar especialmente a nadie, y espero que haciendo justicia ese Supremo Gobierno al mérito militar, concederá un recuerdo honorífico a los combatientes del 18 de octubre en La Carbonera.
Felicito a usted y al ciudadano Presidente por el hecho de armas a que me refiero, y me honro en reiterarle mi justa consideración y respeto.
Patria y Libertad.
Cuartel General en la Hacienda de Aguilera, octubre 20 de 1886.
Porfirio Díaz.
Ciudadano Ministro de Guerra.
Monterrey.



 La obra que aquí presentamos, Memorias de Porfirio Díaz, fue preparada y editada en 1892 por Matías Romero

jueves, 17 de octubre de 2013

CONCORDIA SOCIAL


ASÍ COMO SE DEBE GUARDAR EN LA CÍTARA , EN LA FLAUTA Y EN LA CANCIÓN UNA CIERTA CONSONANCIA DE DISTINTAS Y DIFERENTES VOCES, LA CUAL, SI SE MUDA, DISUENA, OFENDE Y NO LA PUEDE SUFRIR UN OÍDO DELICADO, Y ESTA MISMA CONSONANCIA, AUNQUE DE DIFERENTES VOCES, CON SÓLO CONTEMPLARLAS Y ARREGLARLAS A UNA PERFECTA MODULACIÓN, SE HACE GRATA Y SUAVE AL OÍDO; ASÍ TAMBIÉN UNA CIUDAD COMPUESTA DE DIFERENTES ÓRDENES Y ESTADOS, ALTOS, MEDIOS Y BAJOS, COMO VOCES BIEN TEMPLADAS, CON LA CONFORMIDAD Y CONCORDIA DE PARTES DE ENTRE SÍ  TAN DIFERENTES, VIVE CONCORDE Y TRANQUILA; LO QUE LLAMAN LOS MÚSICOS EN EL CÁNTICO ARMONÍA, ESTO ERA EN LA CIUDAD LA CONCORDIA, QUE ES UN ESTRECHO E IMPORTANTE VÍNCULO PARA LA CONSERVACIÓN DE LA TODA LA REPÚBLICA, LA CUAL DE NINGÚN MODO PODÍA EXISTIR SIN LA JUSTICIA. PAG. 44 LA CIUDAD DE DIOS DE SAN AGUSTÍN. 

martes, 15 de octubre de 2013

¿EXISTE DIOS?

¿EXISTE DIOS?

LA EXISTENCIA DE DIOS PUEDE DEMOSTRARSE DE CINCO MANERAS

LA PRIMERA Y MÁS EVIDENTE PRUEBA ES LA QUE SE DEDUCE DEL MOVIMIENTO:
PORQUE ES CIERTO , Y CONSTA POR LA EXPERIENCIA, QUE EN ESTE MUNDO HAY COSAS QUE SE MUEVEN. PERO TODO LO QUE SE MUEVE RECIBE EL MOVIMIENTO DE OTRO: PORQUE NINGÚN SER PUEDE MOVERSE SINO EN TANTO QUE TIENE PODER PARA AQUELLO HACIA LO CUAL ES MOVIDO. UNA COSA NO MUEVE A OTRA SINO EN CUANTO EXISTE EN ACTO, PORQUE MOVER NO ES OTRA COSA QUE HACER PASAR UN SER DE  LA POTENCIA AL ACTO; Y UN SER NO PUEDE PASAR DE AQUELLA A ÉSTE SINO POR MEDIO DE OTRO, QUE ESTÁ EN ACTO. ASÍ ES COMO LO CÁLIDO EN ACTO, CUAL ES EL FUEGO, HACE QUE EL LEÑO, QUE ES CÁLIDO EN POTENCIA, SEA CÁLIDO EN ACTO, Y POR ESTO LO MUEVE Y MODIFICA. MÁS NO ES POSIBLE QUE EL MISMO SER ESTÉ A LA VEZ EN ACTO Y POTENCIA, EN EL MISMO SER ESTÉ A LA VEZ EN ACTO Y POTENCIA, EN EL MISMO CONCEPTO, SINO BAJO CONCEPTOS DIFERENTES; PORQUE LO QUE ES CÁLIDO EN ACTO, NO PUEDE SERLO AL MISMO TIEMPO EN POTENCIA, Y SI FRÍO SIMULTÁNEAMENTE EN POTENCIA. P0R CONSIGUIENTE, ES IMPOSIBLE QUE EL MISMO SER MUEVA Y SEA MOVIDO EN EL MISMO CONCEPTO Y DEL MISMO MODO, O QUE ÉL SE MUEVA A SÍ MISMO; Y POR LO TANTO, ES NECESARIO QUE TODO LO QUE SE MUEVE SEA MOVIDO POR OTRO. SÍ, PUES, EL QUE DA EL MOVIMIENTO ÉL MISMO ESTÁ EN MOVIMIENTO, ES PRECISO QUE LO RECIBA DE OTRO, Y ÉSTE DE OTRO; PERO EN ESTO NO PUEDE CONTINUARSE HASTA LO INFINITO, PORQUE EN ESTE CASO NO HABRÍA UN PRIMER MOTOR, Y POR CONSECUENCIA TAMPOCO HABRÍA ALGO QUE MOVIESE A OTRO; PORQUE LOS SEGUNDOS MOTORES NO MUEVEN SINO EN CUANTO SON MOVIDOS POR UN PRIMERO. ASÍ, UN BASTÓN NO MUEVE SINO CUANDO LE MUEVE LA MANO QUE SE SIRVE DE ÉL. POR CONSIGUIENTE ES PRECISO REMONTARSE A UN PRIMER MOTOR, QUE NO SEA MOVIDO POR OTRO, Y ESTE PRIMER MOTOR ES EL QUE TODO EL MUNDO LLAMA DIOS.
LA SEGUNDA PRUEBA SE DEDUCE DE LA NATURALEZA DE LA CAUSA EFICIENTE.
LA TERCERA PRUEBA ESTÁ SACADA DE LO POSIBLE Y DE LO NECESARIO
LA CUARTA PRUEBA ESTÁ TOMADA DE LOS GRADOS, QUE SE NOTAN EN LOS SERES
LA QUINTA PRUEBA ESTÁ TOMADA DEL GOBIERNO DEL MUNDO.
PAG. 38 DE LA SUMA TEOLÓGICA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO.

viernes, 4 de octubre de 2013

El 3 y 4 de Octubre de 1866 en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca


Miahuatlán
5 de octubre de 1866
Vuelto a mi campamento de Tecomatlán, emprendí otra vez la marcha por el rumbo de las Andallas, mandando a mi hermano por la vía más corta a colocarse al norte de la ciudad de Oaxaca, apoyándose en la Sierra de San Felipe del Agua, con orden de amagar seriamente la plaza si el enemigo la debilitaba sacando alguna tropa en mi persecución, y ofreciéndole que yo haría una cosa semejante por el sur en los casos en que él fuera perseguido por el enemigo, porque si no le era posible en esas acometidas tomar la ciudad, a lo menos serviría para distraer a la columna que me persiguiera y viceversa.
En cumplimiento de esta combinación hice mi marcha, de las Andallas a Peras y de Peras a Huajolotitlán, llegando hasta Zimatlán. Pernocté en este pueblo y supe que una fuerte columna mandada por el General Oronoz, salía en mi persecución. Evadiendo el choque del enemigo me dirigí a Ejutla y allí permanecí hasta que Oronoz se movió de Zimatlán y entonces ocupé Miahuatlán. Permaneció el enemigo dos o tres días en Ejutla, y yo en Miahuatlán.
El 3 de octubre de 1866 mis vigías que se habían descuidado vinieron a avisarme que el enemigo se movía sobre mí, y cuando me lo decían casi estaba el enemigo a la vista, a lo menos así se comprendía por el polvo que levantaba en su marcha.
Yo había mandado limpiar las armas para pasar revista de comisario, que debía tener lugar la tarde de ese día, y con ese motivo aún quedaban muchos fusiles desarmados. Mandé que violentamente se armaran, que la tropa se pusiera en estado de recibir órdenes y que se cargaran las mulas con los bagajes, y que cuando todo esto estuviera hecho, el Coronel González emprendiera su marcha con toda la infantería por el camino de Cuixtla, que es montañoso desde la salida de Miahuatlán. Yo con mi numeroso Estado Mayor y mi escolta como de treinta hombres de caballería, marché hacia el camino que traía el enemigo, dejando ordenado que luego que estuviera ensillada y lista la caballería siguiera mi movimiento, y que recibiría órdenes al incorporárseme. El General Don Vicente Ramos mandaba la caballería que constaría de unos 280 caballos.
Seguí yo mi marcha hasta una colina que parte por la mitad la carretera para Oaxaca y que distará como un kilómetro de la Plaza de Miahuatlán. Mi escolta y ayudantes fueron colocados en línea de tiradores sobre la cumbre de la colina; y como el enemigo no podía ver lo que había detrás de ella, creyó que allí había fuerza con quien tenía que combatir, hizo alto y montó sus abuses de montaña que venían a lomo de mula. En esos momentos aparecía la columna de caballería saliendo por una de las calles principales del pueblo a incorporárseme, y en ese instante la vio bien el enemigo aunque la perdía de vista a proporción que se acercaba a la colina. Con muy poca diferencia comenzó a salir por el camino de Cuixtla la infantería que mandaba el Coronel González. El enemigo naturalmente creyó entonces que se trataba de una retirada y que mi presencia, cortando el camino, no tenía más objeto que dar tiempo a la infantería para que se alejara de aquel lugar. En consecuencia, reunió su caballería que había colocado a los dos costados de la infantería y comprendiendo yo que iba a darme una carga decisiva, ordené al General Ramos que por la misma calle por donde había venido volviera a la plaza y saliera a juntarse con el Coronel González que debía esperar en la loma por la que iba desfilando. Toqué alto y frente al Coronel González y destaqué un ayudante con orden de traerme cincuenta hombres de infantería de los que por no haber ascendido a la colina no estaban a la vista del enemigo, y que los condujera por dentro de la barranca, a fin de que pudieran llegar cerca del camposanto del pueblo, sin que el enemigo los viera.
En el movimiento de retroceso del General Ramos le incorporé mi escolta y mi Estado Mayor y me quedé solo con un clarín en una de las bocacalles del pueblo por donde tenía que pasar mi caballería y en seguida la del enemigo.
La caballería enemiga cargó resueltamente sobre la mía en su retirada y cuando pasaron por donde yo estaba, y cuando ya comenzaba a hacer uso hasta de arma blanca contra los soldados de retaguardia, apareció en momentos oportunos una partida de paisanos de Miahuatlán armados y organizados por su cuenta, sin que yo tuviera antecedente ni noticia de ello, dentro de un sembradio y a la izquierda del enemigo, le hacían fuego casi a quemarropa.
Yo había colocado los 50 hombres que pedí al Coronel González y que eran tiradores de la montaña, emboscados dentro de la milpa y muy cerca de la calle por donde debía pasar el enemigo. En consecuencia, al aparecer la caballería enemiga y comenzar a recibir los fuegos de los paisanos, le hizo un fuego nutrido la infantería que yo había emboscado y así pudo salir nuestra caballería y atravesar la población para unirse al Coronel González.
La caballería enemiga volvió a incorporarse con la infantería que formaba en batalla cerca del camposanto, haciendo frente al Coronel González con la barranca de por medio.
Los paisanos de Miahuatlán fueron rechazados al centro de la población con muchas pérdidas porque eran muy atrevidos y estaban muy ebrios. Los tiradores montañeses habían quedado ocultos dentro del maíz y buscando yo paso a la barranca, me incorporé al Coronel González en momentos en que el enemigo desplegaba, en cadena de tiradores, un batallón que mandaba el Teniente Coronel Pedro Garay, y formaba en columnas paralelas el resto de su infantería con su caballería a retaguardia.
Una vez incorporado con el Coronel González mandé que la caballería tomara distancia como para cubrirse de los fuegos del enemigo; y como todos estábamos en la cima de la colina, a pocos pasos la caballería quedaba fuera de la vista del enemigo.
Esa colina da una vuelta en forma de semicírculo, por el lado que en esos momentos era izquierda nuestra y derecha del enemigo y atrás de la colina en la depresión, hay un pequeño arroyo. Di orden al General Ramos para que hiciera un movimiento de medio kilómetro, por todo el lecho del arroyo, para no levantar polvo, lo cual era bastante para quedar oculto y a espalda del enemigo. Las líneas de tiradores enemigos nos hicieron un fuego muy nutrido que las nuestras no podían contestar, porque apenas tenían cuatro o cinco cartuchos disponibles; y cuando noté que nuestros fuegos estaban completamente apagados y como prendí la causa, reforcé nuestra cadena con algunos soldados que fueran a intercalarse en ella para refrendar el fuego durante algunos momentos.
Había yo dado orden al General Ramos de cargar sin reserva y con vigor sobre el enemigo en los momentos que yo le tocara tres puntos agudos después de atención, y al Capitán Rojas que mandaba a los tiradores ocultos en el maíz, que a la misma señal rompieran un fuego vivo sobre el enemigo, aproximándose hasta la orilla del plantío. y sin salir de él para que no se notara lo reducido de su número. Como no teníamos municiones con qué sostener un combate regular, mandé a la ínfanteria descender a la barranca, pasar el arroyo y batir al enemigo en la ribera opuesta, y en esos momentos di la señal que servía, tanto para la caballería, como para los tiradores escondidos.
Al notar el enemigo nuestro brusco movimiento nos lanzó la caballería que fue inmediatamente arrollada y con el impulso de su propia caballería derrotada, se desorganizó su infantería y se volcaron sus cañones, a la sazón que la nuestra cargaba al sable por la espalda, comenzando por apoderarse de todos los caballos de la oficialidad y cargamento de municiones que habían quedado a retaguardia.
Sin gran dificultad recogí toda la infantería del enemigo que después de haber tirado sus armas corría en desorden por toda la llanura, y con mi caballería hice a la caballería enemiga una persecución de más de tres leguas, de donde regresé entre nueve y diez de la noche y la pasé toda en recoger heridos y armas, dejando para el día siguiente la operación de recoger muertos.
El General Oronoz había huído con varios de sus jefes y oficiales, quedando muerto en el campo el Jefe francés Enrique Testard, que mandaba un Batallón de Fuerzas mexicanas, cuya oficialidad era exclusivamente de franceses, teniendo todo el personal de sus clases de sargentos, cabos y algunos soldados del personal francés que habían enganchado en México.
La mayor parte de los muertos eran Oficiales franceses, puesto que, habiendo perdido sus caballos, no pudieron huir, como lo hizo su General en Jefe.
Entre los prisioneros había Oficiales franceses que fueron remitidos a la sierra para su custodia y para que no entorpecieran las operaciones, siendo pasados por las armas los veintidós Jefes y Oficiales mexicanos, según leyes vigentes a la sazón, con la circunstancia de que todos ellos habían sido Oficiales del Ejército mexicano, pero se habían pasado al enemigo.
El botín consistió en cosa de mil fusiles poco más o menos, dos obuses de montaña, cuarenta y tantas mulas cargadas con municiones de infantería y de artillería.
Teniendo en cuenta la desigualdad de nuestros elementos, pues yo apenas contaba con cosa de 700 hombres mal armados, desnudos, sin disciplina y con parque que no alcanzaba para sostener el fuego ni por quince minutos y sin artillería, mientras que el enemigo tenía 1,400 hombres bien organizados, disciplinados, vestidos, armados y elementos de todo género; considero la victoria de Miahuatlán como la batalla más estratégica de las que sostuve durante la Guerra de Intervención y la más fructuosa en resultados, pues ella me abrió las puertas de las ciudades de Oaxaca, Puebla y México.
El día siguiente, 4 de octubre, lo pasé en dar colocación a los prisioneros en los cuadros de batallones que yo había formado, en establecer un hospital que pude organizar, debido a la incorporación del doctor Don Antonio Salinas que me prestó en su profesión importantes servicios.
Inserto en seguida el parte oficial de la Batalla de Mihuatlán dirigido el 6 de octubre de 1866 al Ministro de Guerra y Marina, suprimiendo los estados anexos al mismo. 

Ejército Republicano (1).
Línea de Oriente.
General en Jefe