Miahuatlán
5 de octubre de 1866
Vuelto a mi campamento de Tecomatlán, emprendí otra vez
la marcha por el rumbo de las Andallas, mandando a mi hermano por la vía más
corta a colocarse al norte de la ciudad de Oaxaca, apoyándose en la Sierra de
San Felipe del Agua, con orden de amagar seriamente la plaza si el enemigo la
debilitaba sacando alguna tropa en mi persecución, y ofreciéndole que yo haría
una cosa semejante por el sur en los casos en que él fuera perseguido por el
enemigo, porque si no le era posible en esas acometidas tomar la ciudad, a lo
menos serviría para distraer a la columna que me persiguiera y viceversa.
En cumplimiento de esta combinación hice mi marcha, de
las Andallas a Peras y de Peras a Huajolotitlán, llegando hasta Zimatlán.
Pernocté en este pueblo y supe que una fuerte columna mandada por el General
Oronoz, salía en mi persecución. Evadiendo el choque del enemigo me dirigí a
Ejutla y allí permanecí hasta que Oronoz se movió de Zimatlán y entonces ocupé
Miahuatlán. Permaneció el enemigo dos o tres días en Ejutla, y yo en
Miahuatlán.
El 3 de octubre de 1866 mis vigías que se habían
descuidado vinieron a avisarme que el enemigo se movía sobre mí, y cuando me lo
decían casi estaba el enemigo a la vista, a lo menos así se comprendía por el
polvo que levantaba en su marcha.
Yo había mandado limpiar las armas para pasar revista de
comisario, que debía tener lugar la tarde de ese día, y con ese motivo aún
quedaban muchos fusiles desarmados. Mandé que violentamente se armaran, que la
tropa se pusiera en estado de recibir órdenes y que se cargaran las mulas con
los bagajes, y que cuando todo esto estuviera hecho, el Coronel González
emprendiera su marcha con toda la infantería por el camino de Cuixtla, que es
montañoso desde la salida de Miahuatlán. Yo con mi numeroso Estado Mayor y mi
escolta como de treinta hombres de caballería, marché hacia el camino que traía
el enemigo, dejando ordenado que luego que estuviera ensillada y lista la
caballería siguiera mi movimiento, y que recibiría órdenes al incorporárseme.
El General Don Vicente Ramos mandaba la caballería que constaría de unos 280
caballos.
Seguí yo mi marcha hasta una colina que parte por la
mitad la carretera para Oaxaca y que distará como un kilómetro de la Plaza de
Miahuatlán. Mi escolta y ayudantes fueron colocados en línea de tiradores sobre
la cumbre de la colina; y como el enemigo no podía ver lo que había detrás de
ella, creyó que allí había fuerza con quien tenía que combatir, hizo alto y
montó sus abuses de montaña que venían a lomo de mula. En esos momentos
aparecía la columna de caballería saliendo por una de las calles principales
del pueblo a incorporárseme, y en ese instante la vio bien el enemigo aunque la
perdía de vista a proporción que se acercaba a la colina. Con muy poca
diferencia comenzó a salir por el camino de Cuixtla la infantería que mandaba
el Coronel González. El enemigo naturalmente creyó entonces que se trataba de
una retirada y que mi presencia, cortando el camino, no tenía más objeto que
dar tiempo a la infantería para que se alejara de aquel lugar. En consecuencia,
reunió su caballería que había colocado a los dos costados de la infantería y
comprendiendo yo que iba a darme una carga decisiva, ordené al General Ramos
que por la misma calle por donde había venido volviera a la plaza y saliera a
juntarse con el Coronel González que debía esperar en la loma por la que iba
desfilando. Toqué alto y frente al Coronel González y destaqué un ayudante con
orden de traerme cincuenta hombres de infantería de los que por no haber
ascendido a la colina no estaban a la vista del enemigo, y que los condujera
por dentro de la barranca, a fin de que pudieran llegar cerca del camposanto
del pueblo, sin que el enemigo los viera.
En el movimiento de retroceso del General Ramos le
incorporé mi escolta y mi Estado Mayor y me quedé solo con un clarín en una de
las bocacalles del pueblo por donde tenía que pasar mi caballería y en seguida
la del enemigo.
La caballería enemiga cargó resueltamente sobre la mía en
su retirada y cuando pasaron por donde yo estaba, y cuando ya comenzaba a hacer
uso hasta de arma blanca contra los soldados de retaguardia, apareció en
momentos oportunos una partida de paisanos de Miahuatlán armados y organizados
por su cuenta, sin que yo tuviera antecedente ni noticia de ello, dentro de un
sembradio y a la izquierda del enemigo, le hacían fuego casi a quemarropa.
Yo había colocado los 50 hombres que pedí al Coronel
González y que eran tiradores de la montaña, emboscados dentro de la milpa y
muy cerca de la calle por donde debía pasar el enemigo. En consecuencia, al
aparecer la caballería enemiga y comenzar a recibir los fuegos de los paisanos,
le hizo un fuego nutrido la infantería que yo había emboscado y así pudo salir
nuestra caballería y atravesar la población para unirse al Coronel González.
La caballería enemiga volvió a incorporarse con la
infantería que formaba en batalla cerca del camposanto, haciendo frente al
Coronel González con la barranca de por medio.
Los paisanos de Miahuatlán fueron rechazados al centro de
la población con muchas pérdidas porque eran muy atrevidos y estaban muy
ebrios. Los tiradores montañeses habían quedado ocultos dentro del maíz y
buscando yo paso a la barranca, me incorporé al Coronel González en momentos en
que el enemigo desplegaba, en cadena de tiradores, un batallón que mandaba el
Teniente Coronel Pedro Garay, y formaba en columnas paralelas el resto de su
infantería con su caballería a retaguardia.
Una vez incorporado con el Coronel González mandé que la
caballería tomara distancia como para cubrirse de los fuegos del enemigo; y
como todos estábamos en la cima de la colina, a pocos pasos la caballería
quedaba fuera de la vista del enemigo.
Esa colina da una vuelta en forma de semicírculo, por el
lado que en esos momentos era izquierda nuestra y derecha del enemigo y atrás
de la colina en la depresión, hay un pequeño arroyo. Di orden al General Ramos
para que hiciera un movimiento de medio kilómetro, por todo el lecho del
arroyo, para no levantar polvo, lo cual era bastante para quedar oculto y a
espalda del enemigo. Las líneas de tiradores enemigos nos hicieron un fuego muy
nutrido que las nuestras no podían contestar, porque apenas tenían cuatro o
cinco cartuchos disponibles; y cuando noté que nuestros fuegos estaban
completamente apagados y como prendí la causa, reforcé nuestra cadena con
algunos soldados que fueran a intercalarse en ella para refrendar el fuego
durante algunos momentos.
Había yo dado orden al General Ramos de cargar sin
reserva y con vigor sobre el enemigo en los momentos que yo le tocara tres
puntos agudos después de atención, y al Capitán Rojas que mandaba a los
tiradores ocultos en el maíz, que a la misma señal rompieran un fuego vivo
sobre el enemigo, aproximándose hasta la orilla del plantío. y sin salir de él
para que no se notara lo reducido de su número. Como no teníamos municiones con
qué sostener un combate regular, mandé a la ínfanteria descender a la barranca,
pasar el arroyo y batir al enemigo en la ribera opuesta, y en esos momentos di
la señal que servía, tanto para la caballería, como para los tiradores
escondidos.
Al notar el enemigo nuestro brusco movimiento nos lanzó
la caballería que fue inmediatamente arrollada y con el impulso de su propia
caballería derrotada, se desorganizó su infantería y se volcaron sus cañones, a
la sazón que la nuestra cargaba al sable por la espalda, comenzando por
apoderarse de todos los caballos de la oficialidad y cargamento de municiones
que habían quedado a retaguardia.
Sin gran dificultad recogí toda la infantería del enemigo
que después de haber tirado sus armas corría en desorden por toda la llanura, y
con mi caballería hice a la caballería enemiga una persecución de más de tres
leguas, de donde regresé entre nueve y diez de la noche y la pasé toda en
recoger heridos y armas, dejando para el día siguiente la operación de recoger
muertos.
El General Oronoz había huído con varios de sus jefes y
oficiales, quedando muerto en el campo el Jefe francés Enrique Testard, que
mandaba un Batallón de Fuerzas mexicanas, cuya oficialidad era exclusivamente
de franceses, teniendo todo el personal de sus clases de sargentos, cabos y
algunos soldados del personal francés que habían enganchado en México.
La mayor parte de los muertos eran Oficiales franceses,
puesto que, habiendo perdido sus caballos, no pudieron huir, como lo hizo su
General en Jefe.
Entre los prisioneros había Oficiales franceses que
fueron remitidos a la sierra para su custodia y para que no entorpecieran las
operaciones, siendo pasados por las armas los veintidós Jefes y Oficiales
mexicanos, según leyes vigentes a la sazón, con la circunstancia de que todos
ellos habían sido Oficiales del Ejército mexicano, pero se habían pasado al
enemigo.
El botín consistió en cosa de mil fusiles poco más o
menos, dos obuses de montaña, cuarenta y tantas mulas cargadas con municiones
de infantería y de artillería.
Teniendo en cuenta la desigualdad de nuestros elementos,
pues yo apenas contaba con cosa de 700 hombres mal armados, desnudos, sin
disciplina y con parque que no alcanzaba para sostener el fuego ni por quince
minutos y sin artillería, mientras que el enemigo tenía 1,400 hombres bien organizados,
disciplinados, vestidos, armados y elementos de todo género; considero la
victoria de Miahuatlán como la batalla más estratégica de las que sostuve
durante la Guerra de Intervención y la más fructuosa en resultados, pues ella
me abrió las puertas de las ciudades de Oaxaca, Puebla y México.
El día siguiente, 4 de octubre, lo pasé en dar colocación
a los prisioneros en los cuadros de batallones que yo había formado, en
establecer un hospital que pude organizar, debido a la incorporación del doctor
Don Antonio Salinas que me prestó en su profesión importantes servicios.
Inserto en seguida el parte oficial de la Batalla de
Mihuatlán dirigido el 6 de octubre de 1866 al Ministro de Guerra y Marina,
suprimiendo los estados anexos al mismo.
Ejército Republicano (1).
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Línea de Oriente.
General en Jefe.
Ciudadano Ministro:
Después del combate con los húngaros en Nochistlán el 23
de septiembre, de cuyo hecho tiene usted conocimiento, marché con las fuerzas
de mi mando para este punto por Tezacoalco y Peras: luego que el movimiento fue
sentido en Oaxaca, se me destacó una columna de 1100 hombres de las tres armas
a las órdenes de Oronoz, que tuve a la vista el 3 del corriente a las tres y
media de la tarde. El enemigo marchaba rápidamente y en tal virtud salí con mi
escolta, que fue la primera fuerza que estuvo disponible, a contenerlo,
entretanto el General Vicente Ramos, con toda nuestra caballería se me
presentaba en cumplimiento de la orden que había recibido; pocos momentos
después se me presentó y ordenándole que detuviese al enemigo el mayor tiempo
posible, pasé a situar la infantería en las lomas, al oeste de esta villa,
llamadas de los Nogales, con frente al este; antes había mandado la
orden al C. Coronel Manuel González, Jefe de infantería, para que las ocupara,
y en tal virtud, cuando llegué, sólo tuve que hacer ligeras rectificaciones en
la línea y situar mi escaso parque, quedando en la forma siguiente: la línea de
batalla se prolongaba de sur a norte, hallándose a la derecha el Batallón Morelos de
Tlapa, con 100 hombres de fuerza a las órdenes del C. Teniente Coronel Juan J.
Cano; seguía tiradores de la Montaña a las órdenes del
Comandante Felipe Cruz, con 230 plazas, no todas armadas, y cerraba la izquerda
el Batallón La Patria con 96 plazas, su Jefe el Coronel José
Segura y Guzmán.
Apoyaba la derecha la Compañía de Chiautla, de 80 plazas,
en columna, y la izquierda el Batallón Fieles de la Patria, en la
misma formación, a las órdenes de su Comandante C. José Guillermo Carbó. Cuando
la línea se encontró establecida, el General Ramos, cumpliendo mi orden, se
retiraba por el centro de esta villa, dejando en sus calles un pelotón de 30
vecinos armados, a las órdenes del Capitán Apolinar García.
Para impedir que la caballería fuese molestada en su
retirada, mandé ocultar en las milpas que forman las primeras calles de la
población, una compañía de 40 hombres de los Tiradores de la Montaña,
que obrando en combinación COn los vecinos armados, hizo retroceder al enemigo
en la persecución que muy de cerca hacía a nuestra caballería; esta pasó por el
costado derecho a situarse a retaguardia de la línea, y entonces el enemigo
hizo un cambio sobre su derecha, quedando por este motivo frente a frente de mi
línea de batalla: se formó en tres columnas destacando una fuerte línea de
tiradores que abrieron el combate y rompiendo sus fuegos de artillería sobre
nuestras posiciones, dio principio la batalla. Nuestros tiradores sostuvieron
valientemente el primer impulso del enemigo, que contenido en su avance, se vio
obligado a detenerse, aprovechando los accidentes del terreno para continuar el
combate.
Visto el gran número de tiradores del enemigo, reforcé
los de mi línea con el resto de la compañía de Chiautla, de la cual una parte
estaba ya en combate, 20 hombres del Batallón Morelos de Tlapa
y ordené tomase el mando de todos ellos el Jefe de mi Estado Mayor C. Coronel
Juan Espinosa y Gorostiza.
El combate se hizo general en toda la línea y nuestras
municiones se iban agotando rápidamente, lo que me decidió a dar una carga
sobre las posiciones del enemigo, y terminar a nuestro favor, por el valor de
nuestros soldados, un hecho de armas que de otra manera nos hubiera sido
adverso, por la escasez completa de munciones.
Tomada esta resolución ordené que los tiradores pasasen
el río que formaba la parte divisoria de nuestras respectivas posiciones.
Organicé el resto de mis fuerzas en columnas y ordené al C. General Ramos que
él en persona con el Escuadrón de Tepeji avanzase por nuestra
izquierda a tomar la retaguardia de las posiciones de Oronoz, adelantando
nuestro costado derecho al mismo tiempo que el centro, y apoyando el movimiento
del Escuadrón de Tepeji con las tropas que formaban nuestra
izquierda de tal manera, que quedasen envueltas las posiciones del enemigo en
el ataque general.
Tomadas estas disposiciones di la señal de avance,
poniéndome a la cabeza de una columna formada por el Batallón Fieles y
el Escuadrón Lanceros de Puebla, cuya columna cargó por el centro
sobre la artillería enemiga, protegiendo la carga, las fuerzas que vinieron a
unírseme ya sobre la línea de batalla del enemigo.
La dirección del ataque por la derecha fue confiada al
ciudadano Coronel González con las tropas que cerraban este flanco, donde se
encontraba también mi ayudante C. Comandante Juan de la Luz Enríquez.
Nuestras tropas, venciendo todos los obstáculos, subieron
hasta las posesiones ocupadas por el enemigo, y arrojándole, se apoderaron de
su artillería poniéndolo en dispersión y asegurando una cara, pero completa
victoria.
La columna de caballería que a las órdenes del C. General
Ramos marchó a tomar la retaguardia del enemigo, ejecutó su movimiento con tan
buen éxito, que en el momento que éste era destruido sobre su línea, ella,
cortando las cargas, cargaba de revés sobre los dispersos, destruyendo los
pequeños grupos que aún permanecían unidos e impidiendo toda reunión.
Los dispersos fueron perseguidos por espacio de tres
leguas, y en su fuga dejaban tirado multitud de armamento, cuyo número verá
usted por la relación adjunta, lo mismo que la de muertos, heridos y
prisioneros, así como la de municiones, efectos y acémilas quitados al enemigo.
Me es satisfactorio manifestar a usted que la conducta
que observaron en esta jornada los Jefes, Oficiales y tropa, es de tal manera
honrada, que no me permite hacer recomendaciones especiales.
Los Oficiales traidores hechos prisioneros fueron pasados
por las armas, conforme a la ley de 25 de enero de 1862, y de sus nombres y
empleos adjunto a usted relación por separado, advirtiéndole que algunos de
ellos fueron de los que se pasaron al enemigo en el último sitio de Oaxaca.
Los días 4 y 5 de este mes los he pasado en esta plaza
reorganizando mis batallones, en los cuales he refundido los prisioneros de la
clase de tropa, cambiando una gran parte el armamento por el que dejó el
enemigo, revisando y reparando en lo posible las municiones quitadas también a
éste, y estableciendo el hospital; por fin, ayer casi en la noche he pasado mi
revista de guerra, y hoy marcho para Oaxaca, cuya plaza ha sido ocupada por el
C. Coronel Félix Díaz, reduciéndose el enemigo a Santo Domingo, el Carmen y el
Cerro de La Soledad.
A dicha plaza deben concurrir, según mis órdenes el
General Luis P. Figueroa con su brigada, y el Coronel Manuel López Orozco con
las fuerzas de Costa Chica.
Independencia y Libertad.
Miahuatlán, octubre 6 de 1866.
Porfirio Díaz.
Ciudadano General Ministro de la Guerra y Marina.
Chihuahua o donde se halle.
Miahuatlán, octubre 6 de 1866.
Porfirio Díaz.
Ciudadano General Ministro de la Guerra y Marina.
Chihuahua o donde se halle.
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