miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL PRECIO DE LA MODERNIDAD: EL AUMENTO DE LA DEPRESIÓ


Del mismo modo que el siglo XX ha estado caracterizado por ser la Era de la Ansiedad, los años
que jalonan el final de este milenio parecen anunciar el advenimiento de una Era de la Melancolía. Todos
los datos parecen hablarnos de una epidemia de depresión a escala mundial, una epidemia que corre
pareja a la expansión del estilo de vida del mundo moderno. Desde los comienzos de este siglo, cada
nueva generación se ha visto más expuesta que la precedente a sufrir depresión, y no nos referimos sólo a
la melancolía sino a la insensibilidad, el abatimiento, la autocompasión y la desesperación. Y no sólo esto,
sino que los episodios depresivos se inician a una edad cada vez más temprana. De este modo, la
depresión infantil —desconocida o, cuanto menos, no reconocida en el pasado— está emergiendo como
un decorado cada vez más frecuente en el escenario del mundo actual.
Aunque las probabilidades de padecer una depresión se incrementan con la edad, en la actualidad el
aumento más alarmante se produce entre los individuos más jóvenes. La probabilidad de que una persona
nacida después de 1955 sufra una depresión mayor a lo largo de la vida es —en un buen número de
países— tres veces, al menos, superior a la de sus abuelos. El porcentaje de personas aquejadas de
depresión en algún momento de su vida entre los norteamericanos nacidos antes de 1905, era sólo de un
1% pero, después de 1955, la proporción de personas deprimidas antes de haber cumplido los veinticuatro
años ha aumentado hasta el 6%. Por su parte, la probabilidad de que los nacidos entre 1945 y 1954
experimenten una depresión antes de llegar a los treinta y cuatro años es diez veces superior a las de las
personas nacidas entre 1905 y 1914. De este modo, a medida que ha ido transcurriendo el siglo, la
irrupción del primer episodio de depresion tiende a ocurrir a una edad cada vez más temprana.
Un estudio de alcance mundial efectuado sobre más de treinta y nueve mil personas mostró la misma
tendencia en países como Puerto Rico, Canadá, Italia, Alemania, Francia, Taiwan, Líbano y Nueva Zelanda.
En el caso de Beirut, por ejemplo, el aumento de la proporción de depresiones corría pareja a la marcha de
los acontecimientos políticos, de tal manera que la tendencia se disparaba en determinados momentos de
la guerra civil.En el caso de Alemania, el promedio de depresión era de un 4,4% para las personas nacidas
antes de 1914, mientras que el porcentaje de depresiones de los nacidos en la década anterior a 1944 era,
a la edad de treinta y cuatro años, de un 14%. De este modo, las generaciones que han crecido durante
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períodos de turbulencia política presentan proporciones mayores de depresión, aunque la tendencia general
ascendente, dicho sea de paso, parece ser independiente de las circunstancias políticas.
El descenso de la edad en que suele aparecer el primer brote de depresión también parece mostrar
una tendencia uniforme a nivel mundial. Veamos ahora las razones que adujeron algunos especialistas para
tratar de explicar esta situación.
Según el doctor Frederick Goodwin, director del Instituto Nacional de Salud Mental: «durante este
tiempo, el núcleo familiar ha experimentado una tremenda erosión, el número de divorcios se ha duplicado,
los padres dedican menos tiempo a sus hijos y se ha producido un aumento de inestabilidad laboral. En la
actualidad resulta prácticamente imposible crecer manteniendo estrechos lazos con todos los miembros de
la familia extensa. En mi opinión, la pérdida de una fuente sólida de identificación es la principal causa del
aumento de la depresión».
, director del departamento de psie Medicina de la Universidad de Pittsla hipótesis: «con la expansión
de la inolugar después de la II Guerra Mundial que han podido seguir creciendo en un proporción que ha
propiciado el crecimiento de la adres hacia las necesidades del desarrollo de e esto no pueda considerarse
como una causa directa de la depresión, lo cierto es que predispone a cierta vulnerabilidad. El estrés
emocional precoz puede afectar al desarrollo neurológico y abocar, incluso décadas después, a la
depresión cuando uno se halle sometido a nuevas condiciones de tensión».
En opinión de Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de Pennsylvania: «durante los últimos
treinta o cuarenta años hemos asistido a un ascenso del individualismo y a un declive paralelo de las
creencias religiosas y del sostén proporcionado por la comunidad y por la familia, todo lo cual supone
la pérdida de una serie de recursos útiles para amortiguar los reveses y fracasos de la vida. En la medida
en que uno considere el fracaso como una situación permanente y lo magnifique hasta llegar a imbuir todas
las facetas de la propia vida, se hallará predispuesto a dejar que un revés momentáneo se convierta en una
fuente duradera de impotencia y desesperación. Pero, si uno cuenta con una perspectiva más amplia —
como la creencia en Dios o en la vida después de la muerte— y, por ejemplo, pierde su trabajo, el fracaso
quedará circunscrito a una situación provisional.».
Pero, sea cual fuere su causa, la depresión infantil y juvenil constituye un problema verdaderamente
acuciante. Las estimaciones realizadas en los Estados Unidos varían considerablemente en lo que respecta
al porcentaje de niños y adolescentes aquejados de depresión en un año concreto, en contraste con la
vulnerabilidad mostrada a lo largo de toda la vida. Ciertos estudios epidemiológicos que utilizan criterios
muy estrictos -como los empleados para establecer el diagnóstico médico de los síntomas de la
depresión— han descubierto que la incidencia anual de la depresión mayor en las niñas y niños de edades
comprendidas entre los diez y los trece años, es del orden de un 8 o un 9%, aunque existen otros estudios
que hacen descender este porcentaje a la mitad (e incluso otros que la reducen a un 2%). En lo que se
refiere a la adolescencia, algunos datos sugieren que este promedio casi podría duplicarse, ya que más del
16% de las chicas de entre catorce y dieciséis años han sufrido un brote depresivo mientras que el
promedio, en el caso de los chicos, sigue siendo el mismo. Pag. 151. Inteligencia Emocional de Daniel Goleman.

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