Coexistían en México dos sistemas de educación. En el Tepochcalli, Casa de los jóvenes, los niños y adolescentes recibían una educación esencialmente práctica, orientada hacía la vida del ciudadano medio y hacía la guerra.
Los propios maestros eran guerreros ya confirmados que se esforzaban por inculcar a sus alumnos las virtudes cívicas y militares tradicionales. Mientras se preparaban para igualar las hazañas de sus mentores, los jóvenes llevaban una vida colectiva brillante y libre. Cantaban y bailaban después de la puesta del sol y tenían por compañeras a unas jóvenes cortesanas, las auhianim ó alegradoras.
En los colegios superiores anexos a los templos, llamados Calmecac, la vida era austera y dedicada al estudio. En ellos se preparaba a los adolescentes, bien para el sacerdocio o bien para los altos cargos del Estado.
Se les sometía a frecuentes ayunos y a trabajos árduos, estudiaban los libros sagrados, los mitos, el calendario adivinatorio y la historia de su pueblo. Se cultivava en ellos el dominio de sí mismos, la abnegación, la devoción a los dioses y a la cosa pública. También se les enseñaba el arte oratorio, la poesía y los buenos modales. Cada uno de estos sistemas de educación se hallaba bajo la advocación de un dios, los Tepochcalli dependían de Tezcatlipoca y los Calmecac de Quetzalcoatl.
A los soberanos, en su coronación, se les leía: "Tu vas a sostener y a atender a este pueblo como a un niño en la cuna. Sé moderado en el ejercicio de tu poder, no muestres los dientes ni las garras." Haste un corazón de anciano grave y severo. No hagas nada, no digas nada con precipitación. Continuará.
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